viernes, 29 de octubre de 2010

Isabel Allende - Pinochet sin odio

Hace muchos años me preguntaron si planeaba algún día escribir una novelasobre Pinochet. Respondí que no porque como personaje Pinochet erainsignificante. Debo retractarme: se puede decir cualquier cosa sobre él salvoque es insignificante. El general Pinochet retuvo en sus garras a Chiledurante veinticinco años y todavía es la figura más influyente del país. Diezaños después de abandonar la presidencia, el viejo dictador aún mantiene algobierno democrático como rehén.Por ahora, sin embargo, el general Pinochet también está retenido. Se hallabajo arresto domiciliario en una mansión de Londres, a la espera de unadecisión final respecto de un pedido de extradición por parte de un magistradoespañol, Baltasar Garzón, que lo ha acusado de crímenes de lesa humanidad-genocidio, tortura y terrorismo- cometidos contra ciudadanos españoles enChile.El pedido de extradición encendió un debate en Gran Bretaña y Chile, y en todoel mundo occidental, respecto de la sensatez y la legitimidad de llevar ajuicio a ex gobernantes por violaciones de los derechos humanos. Sin embargo,en lo que concierne a Augusto Pinochet, las cuestiones intelectuales sondiscutibles. Al perseguir al general, armar un sólido caso legal y formular elpedido de extradición, Garzón ya logró el saludable resultado de la ruinamoral de Pinochet. De ahora en más, un hombre que tuvo la osadía de plantarsecomo el salvador de su nación ocupará un lugar al lado de Calígula y de IdiAmin. Aunque Pinochet nunca llegue a estar frente a un tribunal, se ha hechojusticia.Antes de 1973 nadie hubiera podido imaginar una dictadura en Chile, una nacióntan orgullosa de sus instituciones democráticas que los chilenos nosautodenominábamos "los ingleses" de nuestro continente. Entonces, ¿cómo llegóeste soldado, que nunca se caracterizó por su inteligencia, su cultura o suvalor, a tener el poder absoluto? Así como en un momento crítico Adolf Hitlerencarnó las frustraciones y aspiraciones de millones de alemanes, Pinochetllevó a Chile por un camino que muchos querían. Ni Hitler ni Pinochet podríanhaber existido sin el consentimiento tácito o expreso de millones deciudadanos.
Un camino al socialismoDurante mucho tiempo, Augusto Pinochet fue un símbolo de la brutalidad por lasimple razón de que fue y siempre será relacionado con Salvador Allende, unícono de la justicia social en los primeros años de la década del 70. Allendefue el primer político marxista del mundo que alcanzó la presidencia de unpaís en elecciones libres. En medio de la Guerra Fría, propuso "el caminochileno hacia el socialismo", respetando la Constitución y todos los derechosde los ciudadanos. Su sueño fue construir la especie de gobiernosocialdemócrata que tienen hoy todos los países de Europa, salvo España eIrlanda.Salvador Allende era primo de mi padre; en una familia latinoamericana, eso loconvertía en mi tío.Llegué a conocerlo mucho y lo quise con una mezcla de admiración y ansiedad.Aunque era un hombre amable y con un buen sentido del humor, siempre sentí queera imposible vivir de acuerdo con sus criterios y expectativas. Por sucondición de médico, conocía a fondo las necesidades de los pobres.Fue uno de los fundadores del Partido Socialista, y muy joven fue designadoministro de Salud.En 1970, después de tres intentos fallidos, Allende finalmente llegó a lapresidencia en una elección muy reñida. Fue un presidente en minoría, ya quehabía obtenido sólo el 36 por ciento de los votos. E incluso entonces, sucoalición, la Unidad Popular, estaba compuesta por varios partidos que raravez estaban totalmente de acuerdo en algo. Esa fue una debilidad política queiba a acechar a su presidencia.Pero ése no era el problema mayor. Inmediatamente después de oficializados losresultados de las elecciones, la CIA y la derecha chilena iniciaron unacampaña de terror para impedir que asumiera el cargo. Planearon el secuestrode René Schneider, el comandante en jefe de las fuerzas armadas, con elpropósito de provocar un golpe militar. Pero el plan fracasó, Schneider fueasesinado, y Allende asumió la presidencia.El gobierno nacionalizó los bancos, muchas industrias y las minas de cobre,que representaban la principal fuente de ingresos del país y estaban en manosde capitalistas norteamericanos. En ese momento la oposición, respaldada porla CIA, emprendió una serie de acciones con la intención de desestabilizar laeconomía. Y para peor, el gobierno estaba paralizado por las luchas de poderdentro de la Unidad Popular.La consecuente crisis económica alcanzó proporciones asombrosas. El índice deinflación trepó al 350 por ciento en medio de la escasez de toda clase deproductos, desde alimentos hasta repuestos para máquinas sumamente necesarias.Los obreros y los campesinos respondieron ocupando fábricas y establecimientosrurales. Surgieron grupos armados tanto de la derecha como de la izquierda.
Muerte en La MonedaSorprendentemente, a pesar de este panorama sombrío, la Unidad Popular obtuvomás votos en las elecciones parlamentarias de 1973. Frente a eso, la oposiciónresolvió que la desestabilización económica, política y social no erasuficiente para terminar con Allende. Eran necesarias medidas más drásticas.Con el país en plena agitación, Salvador Allende decidió recurrir a unplebiscito. Tenía pensado anunciarlo el 10 de septiembre, según le notificó aPinochet (por entonces comandante de las fuerzas armadas), pero el general lepidió que lo aplazara hasta el 12. El presidente no llegó a ver ese día. El 11de septiembre se produjo el golpe militar que dejaría una marca profunda en elalma de Chile. Salvador Allende se quitó la vida en el palacio presidencialque ardía en llamas.Aquella mañana salí de mi casa temprano. Las calles estaban prácticamentevacías, lo que me hizo pensar que los choferes ómnibus estaban otra vez enhuelga. Luego vi vehículos militares, tanques, y grupos de soldadosfuertemente armados. Como mi auto no tenía radio, fui a la casa de una amigaque vivía cerca para escuchar las noticias. Mi amiga estaba muy afligida. Suesposo, que era profesor, había ido a la escuela donde enseñaba y ella nohabía vuelto a saber de él. Para entonces todas las estaciones de radio, salvouna, habían sido silenciadas por los militares.Fuimos con mi amiga al centro a buscar a su esposo y así fue como terminépresenciando el bombardeo del palacio de La Moneda. Escuché las últimaspalabras de mi tío en una radio portátil que había llevado mi amiga. Lloramostomadas de la mano mientras Salvador Allende serenamente se dirigía al país ypronunciaba un discurso histórico que más tarde fue transmitido y publicado entodo el mundo.Tras declarar que jamás renunciaría a su cargo, Allende se negó a abandonar elpaís en un avión que le ofrecieron los generales. Fue una decisión acertada, yno sólo porque su heroica muerte confirmó su lugar en la historia. Si hubieseaceptado el ofrecimiento militar de irse al exilio, sabemos ahora, Pinochetlo habría hecho matar durante el vuelo. "Matando a la perra se acaba con lascrías", dijo Pinochet.Hasta poco antes del golpe de Estado, Pinochet era un oscuro general delEjército. Había sido ascendido al rango de comandante en jefe de las fuerzasarmadas por el propio Allende hacía tan sólo tres semanas, tras la renunciadel general Carlos Prats por presiones de la oposición. Prats recomendó aAllende que designara a Pinochet, afirmando que era un soldado leal y que sepodría confiar en él para hacer respetar la Constitución. (Después Prats, queterminó exiliándose en la Argentina, fue asesinado allí por orden dePinochet.)
El miedo como forma de vidaPinochet fue el último que se sumó a la insurrección, después de la Marina, laFuerza Aérea, y la policía.La junta militar que pronto iba a comandar abolió el Congreso, amordazó laprensa, suspendió las garantías constitucionales y comenzó la eliminaciónsistemática de la izquierda. La derecha brindaba con champagne mientras losizquierdistas huían para salvarse y el resto de la población estaba sumido enla perplejidad.Pinochet persiguió a líderes obreros y estudiantiles, a políticos,intelectuales, artistas y periodistas, así como a todos aquellos que habíanformado parte del gobierno de la Unidad Popular. La represión más cruel seregistró contra las clases bajas, durante mucho tiempo consideradas por losmilitares como el principal terreno de cultivo del marxismo. El pueblo eracastigado por haberse atrevido a desafiar a aquellos que siempre habían tenidoel poder político y económico. Miles de chilenos fueron detenidos; otrosencontraron asilo en embajadas o escaparon a través de las fronteras, mientrasque muchos simplemente desaparecieron. En todo el país fueron instaladoscentros de tortura y campos de concentración. Cientos de presos fueronarrojados al mar desde aviones -tras ser despanzurrados para asegurar que sehundirían- o hechos volar en pedazos o aplastados por topadoras. El miedo seconvirtió en una forma de vida. En gran parte del mundo se alzaron voces deprotesta, porque el experimento socialista de Salvador Allende había generadomucha simpatía, pero Washington apoyaba la dictadura de Pinochet.El general reformó la Constitución para proclamarse presidente. Su deseo delegitimidad es una de las tantas paradojas de su carácter. En las primerasfotografías que aparecieron de él usaba anteojos oscuros y se lo veía con losbrazos cruzados y estirando el mentón en una caricatura del típico dictadorlatinoamericano. Más tarde cambió la imagen, vistió trajes impecables y sedeshizo de los siniestros anteojos oscuros.

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