miércoles, 27 de octubre de 2010

Los sueños de mi hija, ¿mis sueños? de SANDRA SEPULCRI

Observo mi niña dormir… un libro abierto quedo entre sus manos. Imagino sus sueños. La veo sonreír, fruncir su ceño,  ruego que no este sufriendo, que no haya nada que la esté espantando, que su sueño sea tranquilo, dulce, maravilloso, del cual solo la despierte un príncipe encantado y encantador. Me siento a su lado, escucho su respiración, está tranquila, se la ve plácida, tal vez  está jugando en la pradera dando vueltas y vueltas sobre el pasto mientras el sol enrojece de a poco sus mejillas. ¡Cuántas veces esas mejillas se han sonrojado!
Mi hija duerme… recuerdo que de bebé me quedaba largo tiempo mirándola mientras dormía. Pensaba en su futuro, en cómo sería cuando creciera, a qué se dedicaría. Y así observándola en mis pensamientos aparecían imágines entrecruzadas, la veía maestra, modelo, doctora, enfermera y tantas cosas más, pero siempre terminaba siendo una linda mamá.
Aún duerme, no hace mucho que estoy a su lado, apenas unos minutos, su sueño sigue siendo tranquilo, nada la despierta, ni siquiera el ladrido insistente de un perro callejero, ni los maullidos desesperados de los pobres gatos. Recuerdo que cuando era niñita tuvo uno, era blanquito con manchitas, lo llamó Ramón, en honor a un vecinito del cual estaba muy enamorada. Ese amor de los cuatro años, tan especial, tan tierno a esa edad. Solía decir que tenía dos novios, uno su papá el otro Ramón. Pero un día la familia de Ramón se mudó y por supuesto él se fue. Por unos días mi niñita estuvo muy triste. Una tarde apareció en el jardín un gatito, blanco con manchitas, ella estaba jugando en un improvisado picnic cuando lo vio. Corrió hacia él, lo tomo, lo abrazó, y enseguida preguntó: “¿Me puedo quedar con él?”, en cuanto le dijimos que sí, salio corriendo y dijo “¡Se va a llamar Ramón!”.
Pienso y me pregunto qué estará soñando. ¡Qué tesoro tan sagrado son los sueños, sagrados y privados! Las madres queremos saber todo sobre nuestros hijos y ahora me doy cuenta que si pudiéramos ingresaríamos en el maravilloso mundo de los sueños de nuestros niños y que en muchas ocasiones convertimos nuestros propios sueños en los suyos. Mis padres seguramente habrán tenido sueños para mí también. Entonces comprendo, que a todos nos sucede, que somos parte de esta inmensidad llamada “Los sueños”, míos, tuyos, nuestros… de todos.
Cierro la puerta de su habitación, he dejado el libro en sus manos, los personajes del mismo la rodean, es un libro que ama, el cual le he leído  muchas veces y repetidas historias. Nunca ha escuchado el final, siempre se durmió antes. Me encantaba leerle y acompañarla hasta que se quedaba dormida. Ahora que ha crecido paso a verla antes de acostarme y como bien les he contado, suelo observarla un tiempo mientras duerme. En noches de tormenta, algunas veces me llama y me invita a que le lea una historia, necesita mi compañía, y yo recupero la suya. Los hijos crecen y no es una frase hecha y así como debemos dejarlos volar, ese vuelo no se inicia cuando se van del hogar para realizar el propio, sino mucho antes. A los hijos hay que dejarles soñar sus propios sueños.
Me voy a mi habitación pensando en la siguiente frase: "Dios no te hubiera dado la capacidad de soñar sin darte también la posibilidad de convertir tus sueños en realidad."  de Héctor Tassinari y deseo eso para mi pequeña, que nunca pierda esa capacidad de soñar, que no solo sea parte de su descanso sino de su despertar, que a lo largo de su vida siempre tenga cosas por concretar, sueños por realizar… porque de eso se trata la vida. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. (de Pedro Calderón de la Barca)

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